¡Mararía! Llegó María...
¡Ya llegó María Varilla!
Ahora sí que canta el cielo
con el garbo de mi pueblo.
Ahora sí que los porreros,
al azuzar su cintura,
regando esperma en el suelo
morirán de calentura.
¡María! Llegó, María...
¡Ya llegó, María Varilla!
Morena como la cumbia
porque en su cuerpo nació
una palmera cimbreante
llena de ritmo y de sol.
Guillermo Valencia Salgado
Nunca empezaba la fiesta
sin que empezara su voz,
muchedumbre aglutinada
bajo el alma del tambor.
Mulata que más que hembra
era la sensualidad,
corpiño temblando solo
bajo el són en tempestad.
Los negros morían por ella,
los blancos se empobrecían
y los indios con sus millos
sus amores le decían.
Y la reina del fandango
siempre hembra en las cumbiambas,
era un cristal que de canto
en las noches se clavaba.
¡Baila, María! ¡Baila!
¡Qué triste está mi fandango!
Ya los marcantes trajeron
un montón de ritmos viejos
que aprendieron en las fiestas
de nuestros abuelos negros.
Copiaron los platilleros
El tremular de tus senos.
Calambre tiene el bombero
de tanto mirar tus nalgas,
y el pantalón se te marca
en un escorzo de fuego.
Toditos los pelayeros
Guillermo Valencia Salgado
heridos de amor te piden
que bailes un porro viejo
con la bozá de Ramírez.
¡Baila, María! ¡Baila!
Que el fandango es para ti.
No te olvides que en la danza
ya es un grito tus caderas;
y en tu grupa vibradora,
hay un pájaro, María,
que grita y se desespera.
Mira tú que los pabilos
son estrellas desertadas
que para bailar contigo
se quedaron en las velas.
No olvides que el mundo entero
se ha movido para verte.
Por ti se mueren los negros,
se arruinan por ti los blancos,
y lo indios con sus millos
sólo tocan para ti.
¡Baila, María, baila!
Que te azuzaron los perros
los músicos de mi tierra.
¡Baila! ¡Baila! ¡Baila! ¡Baila!
Que ya se rompió la noche
sobre tus anchas caderas,
y los astros de las velas
se van con los cien cantares
Guillermo Valencia Salgado
que enseñaron las abuelas.
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Libro: Del Sinú y otros cantos
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